La inteligencia cultural es nuestra capacidad para relacionarnos efectivamente con personas de otras culturas. Se trata de un concepto desarrollado por David C. Thomas y Kerr Inkson hace aproximadamente 10 años, en su libro que lleva por título: Inteligencia cultural , habilidades interpersonales para triunfar en la empresa global.”(2007). Veamos algunos de los conceptos fundamentales de la obra.
La inteligencia cultural consta de tres partes:
En primer lugar, requiere conocimientos sobre la cultura y los principios fundamentales de las interacciones transculturales. Esto significa saber lo que es la cultura, cómo varían las culturas y cómo afecta la cultura al comportamiento. Implica conocer a fondo nuestra cultura y la cultura de acogida.
La cultura no es una mezcla aleatoria de costumbres y comportamientos. Son los valores, actitudes y presupuestos sobre el comportamiento compartidos por personas de grupos específicos. Es sistemática y organizada, desarrollada como consecuencia de que las sociedades han aprendido a enfrentarse a problemas comunes.
Las culturas pueden definirse en función de sus valores que son las creencias fundamentales que comparten las personas de esa cultura sobre cómo deben ser las cosas y cómo nos debemos comportar. La cultura se comparte, es decir, se transmite de generación en generación. Aunque tiene una gran influencia en el comportamiento, los aspectos más importantes de la cultura son invisibles.
Un rasgo clave de la cultura es que clasifica a los demás y a nosotros mismos en grupos de pertenencia y grupos de no pertenencia. Esta clasificación de las personas en “ellos y nosotros” subyace a gran parte del comportamiento transcultural. Existen varias dimensiones importantes que definen a las culturas, y entre las destacadas se encuentran el individualismo y el colectivismo. En el caso de nuestra cultura argentina, con un marcado individualismo, no es casual que estemos dentro de los colectivos inmigrantes que más apueste al autoemprendimiento, o al desarrollo de su carrera profesional, según estudios hechos al respecto.
Entre otros valores fundamentales de las culturas se encuentran:
–Igualitarismo: reconocimiento de las personas como iguales moralmente.
–Armonía: encaje armónico en el entorno.
–Arraigo: las personas como parte de un colectivo.
-Jerarquía: distribución desigual del poder.
–Dominio: explotación del entorno natural o social
–Autonomía intelectual: prosecución independiente de las propias ideas.
Un camino de acercamiento cultural consiste en recorrer las culturas a través de estas dimensiones. Por ejemplo: Qué tan cerca o que tan lejos estaríamos argentinos y españoles del concepto de igualitarismo.
Qué importancia da cada cultura al sentimiento de armonía que siente cada miembro respecto de su cultura.
Cómo maneja cada cultura la distancia jerárquica en los distintos contextos: laboral, social, familiar…
En segundo lugar, actuar con inteligencia cultural supone practicar la plena conciencia, que consiste en la capacidad de prestar atención de un modo reflexivo y creativo a las indicaciones que ofrezcan las situaciones transculturales con que se encuentre.
Nuestra programación cultural influye en nuestro comportamiento y en las interacciones que mantenemos con personas de culturas distintas. La mayor parte del tiempo, funcionamos con una especie de control de crucero cultural donde nuestra programación mental dirige la conducta sin mucha reflexión conciente. Esta programación nos permite abordar la rutina diaria sin pensar activamente en cada pequeña cosa que hablamos. Sin embargo, en la interacciones transculturales, este comportamiento inconsciente puede causar problemas.
A modo de ejemplo, recuerdo un abuelo argentino, hijo de españoles, que vino hace unos años, y fue, muy entusiasmado, a compartir el sol del parque con otros abuelos valencianos. Este abuelo, muy acostumbrado con su “crucero cultural” a entrar en conversación hablando de política, quiso romper el hielo con los abuelos, preguntando si “querían o no a Franco”, con lo cual desató una discusión y un clima bastante tirante entre el resto de los abuelos, entre los cuales había por supuesto, franquistas y republicanos.
Actuar con plena consciencia:
Es ser conciente de nuestros supuestos, ideas y emociones e intentar percibir cuáles son las de los demás.
Es advertir lo que es obvio para la otra persona.
Es utilizar todos los sentidos para percibir las situaciones y no fiarse únicamente de la palabra.
Es prestar atención al contexto para ayudar a interpretar lo que está sucediendo.
Es crear un mapa mental de las personalidades y orígenes culturales de los demás para que nos ayuden a responderles de forma adecuada.
En tercer lugar, actuar con inteligencia cultural, basándose en el conocimiento y la plena consciencia, implica desarrollar habilidades conductuales y adquirir competencias en una amplia variedad de situaciones. Estas habilidades incluyen la elección de la conducta apropiada entre un repertorio bien desarrollado de conductas que son correctas en distintas situaciones interculturales.
Adquirir las habilidades de la inteligencia cultural no consiste simplemente ser más hábil en un determinada conducta o conjunto de conductas, sino ampliar la variedad o repertorio de conductas expertas y saber cuándo utilizar cada una. La diferencia cultural amplía la variedad de posibilidades con las que podemos enfrentarnos . Rutinas expertas que se dominan con resultados excelentes en una cultura puede ser contraproducentes en otra, hasta el punto de tener que desaprenderlas en la nueva situación. Este es un buen ejemplo de ello: es el caso de los argentinos que tenemos muy desarrollado el uso de “ironía” como un modo inteligente de interpretar la realidad y de comunicarnos con los demás. Sin embargo, sabemos que en este contexto cultural, no se acostumbra a utilizar la ironía como moneda de uso corriente y en muchas ocasiones no es bien recibida porque es interpretada como “chulería”.
La inteligencia cultural en síntesis, enfatiza la necesidad de que al relacionarnos con personas de otros contextos culturales, tengamos la información suficiente no sólo para conocer los esquemas de pensamiento y percepción del otro, sino también los propios. Esto puede parecer una verdad de perogrullo pero no lo es: se ha demostrado que la mayoría de nosotros nos percatamos de nuestra manera de ver el mundo y de conducirnos en él sólo cuando nos damos cuenta de que hay otros que lo ven y se conducen de otro modo.
Cada cultura tiene sus propios parámetros, su propio ritmo, su propia forma de interpretar la realidad. Cada una valora las cosas de diferente manera. Conocer estas particularidades nos ayudará a enfrentar el reto de la globalización con mayores posibilidades de salir airosos.
Bibliografía:
– David C Thomas y Kerr Inkson: “Inteligencia cultural: habilidades interpersonales para triunfar en la empresa global.” Editorial Piados. 2007