Emigrar es, entre otras cosas, intentar cumplir un sueño. Este sueño puede llevar varios títulos: libertad, aventura, encontrar un futuro para nosotros y nuestra familia, seguridad, escapar de las consecuencias nefastas del desempleo, etc.
Sueño al fin, lo buscamos y vamos donde quiera que sea. Pero sabemos que de este sueño no podemos salir sin consecuencias. Observamos que en la aventura de emigrar se producen una serie de cambios tanto en la red social del individuo como también a nivel intra psíquico.
Me dedicaré, a continuación, a describir aquellos aspectos de la migración que suelen ser más dificultosos de “digerir”. Lo que sigue nos hará recordar a una letra de tango porque tiene que ver con lo que hemos perdido, con “el dolor de ya no ser”.
Según sea el ciclo vital en que se encuentre la persona que emigró, las características y el impacto toman distintos matices. Como característica general, unos de los síntomas que se observan al poco tiempo de estar en la nueva tierra son los trastornos psicosomáticos (dolores de cabeza, de estómago, alergias, entre las más comunes y leves, taquicardias, etc.), Y no es para menos porque además de los problemas legales, laborales, se deben afrontar aspectos que como mínimo, retuercen el estómago.
Cuando una familia emigra, abandona mucha de las redes sociales que de alguna manera contribuían al desarrollo de su identidad. No olvidemos que la identidad de una persona se forma a partir de los vínculos que establece desde los comienzos de su vida. Los vínculos que se conservan (como pueden ser los miembros de la familia que emigraron también) se ven muy sobrecargados y resultan insuficientes. Así, por ejemplo, a un cónyuge puede exigírsele que ocupe los lugares que amigos u otros miembros significativos que quedaron en la tierra natal. Esto puede ser motivo de fricciones y desencuentros dentro de la pareja. Entonces las necesidades insatisfechas son entendidas como abandono, falta de comprensión, etc.
Los niños y adolescentes, por su parte, quedan despojados de su grupo de pares, con los que ha compartido parte de su vida. Con el agregado que tienen que elaborar el sentimiento que ellos no han elegido migrar. Esto, a diferencia de sus padres, que de alguna manera sí lo han hecho. Pero también han sido despojados de la red familiar extensa: abuelos, primos, tíos. Es dentro de este marco que ellos deben insertarse en un vecindario y una escuela nueva que puede recibirlos algunas veces con hostilidad o con indiferencia en el mejor de los casos.
Los ancianos que emigran junto al grupo familiar, tienen menos oportunidades para reconstruir la red social no familiar. Generalmente, cuando cuentan con buena salud, acompañan al grupo para sostenerlos emocionalmente y ayudar en la crianza de los niños. Pero al mismo tiempo, la tendencia de los ancianos es a contraerse en sus vínculos sociales, y al verse despojados también de su red familiar y de pares, tienden a volverse más dependientes. Así, se vuelve a sobrecargar la red familiar, con lo cual probablemente esto sea vivido de manera negativa.
Por otra parte, la relación con los miembros que quedaron en la tierra natal se sostiene mediante vínculos virtuales, que muchas veces distorcionan la comunicación. Algunos, vínculos, se sostienen, simplemente, a través del recuerdo. Pero muchos otros quedan totalmente perdidos en el mapa psíquico de la persona.
Las características que acompaña a esta situación de la persona migrante, tiene las caracterizas propias de un duelo. Joseba Atchotegui de la Universidad de Barcelona, nos cuenta que existen siete duelos por los que atraviesa el inmigrante. Estos son:
- el duelo por la familia y los amigos
- el duelo por la lengua
- el duelo por la tierra
- el duelo por el estatus
- el duelo por el contacto con el grupo étnico
- el duelo por los riesgos físicos.
- el duelo por la cultura.
Pero en el transcurrir de la vida cotidiana, estos duelos se van minimizando por la necesidad de adaptarse a la nueva vida y las nuevas costumbres. Considero que reflexionar en estos temas para la persona que está viviendo alguna de estas situaciones es fundamental para poder realizar una integración satisfactoria en la tierra donde eligió vivir.
Hacer un repaso sobre nuestras redes pasadas y presentes nos ayudará a poder rearmar una identidad que tendrá características sin lugar a dudas nuevas. Y esto es en parte el desafío de emigrar. Y que podamos escribir otras letras además de un hermoso tango… Tal vez, entre otras cosas, los argentinos, gracias a esta cultura tanguera, es que tenemos una capacidad de adaptación y de integración más satisfactoria que otros contingentes, porque nos damos ese espacio para pensar en lo perdido.