Cuantas veces pido a mi hijo que se calme mientras yo le grito… En fin, no se puede decir más claro: el cambio empieza por nosotros. Realmente, nos excusamos en el cansancio, en lo nerviosos que nos ponen sus gritos, el que cueste hacer las cosas sin discutir, sus llantos para poder decirle las cosas gritando. Pero si somos su espejo y se fijan en nosotros, estamos consiguiendo el efecto contrario y aumentamos que repita esos patrones. Qué bien me ha ido para TOMAR CONCIENCIA de ello.
