No es el hecho de divorciarse lo que daña emocionalmente a los hijos, sino el estar involucrados en los conflictos interparentales, en el medio del campo de batalla.

Podrán aceptar que sus padres vivan en casas separadas, que no ver án todos los días al padre/madre, acuerdo al régimen de visitas. Podrán adaptarse a todos los cambios que sean necesarios, si se hace en un clima de acuerdo y diálogo.

Lo que nos tiene que dar miedo no es el hecho de divorciarnos, sino que los niños presencien cotidianamente discusiones, conflictos, agresión, entre los padres. Lo que daña a un hijo es que se lo involucre en dichos conflictos: “discutimos por los niños”. O cuando los hijos terminan tomando partido por uno de ellos: “¿por qué has hecho daño a mamá?”, “¡la culpa la tiene mamá!”. Porque además, lamentablemente, como estamos en el medio de una guerra, la premisa de:“estar de acuerdo con uno”, conlleva la otra premisa de: “estar en contra del otro”. Si es con uno, es sin el otro. Dicha lógica deja huellas en el psiquismo, probablemente por el resto de la vida. Esto es lo que debe darnos miedo. 

Constituyen las diversas formas de triangulación que pueden producirse en las relaciones matrimoniales (Kerig, 1995). Uno de los progenitores puede aliarse con el hijo y utilizarlo contra el otro (pudiendo crearle conflictos de lealtad). Ambos pueden utilizarlo para que medie en sus disputas o convertirlo en “cabeza de turco”, sobre la cual descargar su estrés matrimonial (Kerig, 1995,1996).

Y si existe violencia entre la pareja, existe también violencia hacia los hijos. El solo hecho de presenciar situaciones de violencia física o psicológica, es en sí mismo un acto violento para los niños que la presencian, porque su psiquismo no está capacitado para procesar lo que están viviendo, y produce por lo tanto, un trauma. Trauma que dejará secuelas a largo plazo. A lo largo de más de 30 años, vengo escuchando cómo adultos que padecen neurosis de diversa índole, como fobias, ansiedad generalizada, etc, encuentran en las vivencias infantiles de los conflictos interparentales el origen de sus neurosis.

A veces, los conflictos interparentales están “encapsulados”, es decir, están, pero creemos que los niños no se enteran, porque no discutimos delante de ellos. Sin embargo, es inevitable, debido al agotamiento emocional que conlleva, que no podamos mostrarnos lo suficientemente cariñosos hacia ellos, Ese desapego emocional afecta también a los niños que sienten mayor inseguridad . La seguridad en uno mismo, cuando somos niños, está determinada por la seguridad afectiva que nos proporcionan nuestros progenitores. La seguridad en uno mismo es uno de lo pilares de la autoestima.

Recordad:

El conflicto interparental es mucho más perjudicial que una estructura familiar determinada, es decir, el bienestar psicológico de los hijos en hogares con una estructura tradicional padre-madres casados con hijos pero “conflictiva” puede ocasionar más problemas emocionales que los hogares de padres divorciados con conflictos superados

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